Ayer paseaba por el Arenal de Bilbao y me topé con los puestos de flores. Me extrañé porque era sábado y suelen estar los domingos de forma habitual. Recordé, entonces, que al estar cerca el 1 de Noviembre, siempre tienen más días de actividad para que la gente pueda comprar flores para llevar al cementerio.
Sin embargo, la COVID 19 también nos ha dejado sin esa opción. Yo no soy muy de ir al cementerio a visitar la tumba de mis padres o del resto de familia extensa que está allí. Menos, en una fecha como ésta tan concurrida.
Y siendo así, sí me gusta "escaparme" de vez en cuando y hacer una visita al cementerio. A veces, voy sola, otras con mi pareja, algunas con mi hermano y en ciertas ocasiones con mi hijo. En algunos momentos, necesito "pisar" el terreno donde hice la última despedida del cuerpo de mis padres, reactualizar ese ritual de adiós y "resentir" su presencia. Es el cuerpo lo que se quedó allí, quiero pensar. Creo que su energía, su alma o lo que sea ha quedado por aquí pululando. En mí, en mi hermano, en mi hijo, en el resto de familia, en la gente que tanto quisieron y que tanto les apreciaron.
Otros días les recuerdo viendo fotos, haciendo una comida que me enseñó a preparar mi madre, apretando una blusa de mi madre en mi regazo escuchando una canción o yendo a comer fuera como le gustaba hacer a mi padre.
Y pensaba, mientras caminaba, que sin ser yo muy devota del 1 de Noviembre, si quisiera ir al cementerio ahora no podría. Y si optara por ir dentro de unos días tampoco, ya que el cementerio está en un municipio diferente y estamos en confinamiento perimetral por municipios.
Pienso también en las personas que hacen otros rituales como Halloween. Los niños y niñas que se disfrazan y van en "masa" pidiendo caramelos de sitio en sitio, de casa en casa. Mi hijo me ha recordado que este año tampoco es lo mismo y no se puede hacer la misma fiesta que otras veces.
Otras personas que no suelen acudir a los cementerios pero sí al lugar donde alguien falleció en un accidente o donde esparcieron las cenizas, tampoco podrían hacerlo si está fuera de sus ciudades, si están en casa por precaución o si están pasando la enfermedad.
A la tristeza habitual de evocar una muerte, se añade el no poder honrar, agradecer, recordar de la misma manera. Por no hablar de las familias que tienen que despedir ahora a sus personas fallecidas a distancia o en soledad.
La COVID- 19 ha cambiado muchas cosas y nos ha puesto en la tesitura y en el reto de encontrar fórmulas para seguir viviendo y crear alternativas a lo que ahora no es posible. También para recordar a nuestros muertos y muertas.
Los seminarios que suelo impartir en el posgrado de psicomotricidad relacional se han modificado a formato online. Con toda la vivencialidad que damos a la formación en esta disciplina, se hace raro hacerlo online y, aún así, está funcionando, está llegando y el alumnado está experimentado. Es posible. Y eso me lleva muchas veces a pensar que hay cosas impensables antes y que se pueden hacer con cierta transformación.
En una de las sesiones con un grupo de alumnas me manifestaban su deseo, sus ganas de volver a tener, no sólo la formación presencial, sino a recuperar su vida de antes... Hay un deseo social de volver a tener la vida de antes...Pero, ¿realmente podemos o podremos tener la vida de antes? y ¿realmente queremos tener exactamente lo de antes con su FAST LIFE, con su escasa consideración al planeta, con la individualidad a la que nos abocaba, con las grandes diferencias sociales, con ciertos representantes políticos que dejan mucho que desear etc?
De la misma forma que no podemos ir hoy al cementerio y cada persona busca su forma alternativa de honrar a sus muertos, habremos de buscar cómo construir una "vida un poco o muy diferente" que nos permita sobrevivir y vivir con cierto "bienestar" mientras dure la pandemia y, después de ella. Esa posibilidad de crear es lo que alimentará la esperanza mientras esperamos a que esto termine. Algunas familias lo tendremos un poco "más fácil" económica, social o afectivamente y otras menos. Y éstas no pueden quedarse atrás.
Durante mi paseo, también pensaba cómo he cambiado yo. No sólo a raíz de la pandemia, también antes. Mi temperamento introvertido y mi forma de gestionar algunas vivencias me ha llevado a estar muchas veces en una especie de concha más cerrada o más abierta, según... Y me descubro ahora en un proceso en el que he ido saliendo de ella cada vez más.
La muerte de mis padres me enseñó mucho. En su día, pensé que no sería capaz de sobrevivir emocionalmente sin tenerles cerca, en cuerpo. Ahora sé que no solo puedo sobrevivir sino que vivo más o menos feliz. Son los otros vínculos los que me sostienen: el creado con mi hijo, el mantenido con mi pareja, con mi hermano, con mi familia más extensa, con las amigas... Y sé también que aún me queda mucho para fortalecer ciertos vínculos en los que siempre he puesto cierto límite por precaución ... y para crear otros nuevos que llegarán.
La pandemia también me está ayudando mucho en algunos aspectos (suena mal decirlo). Lo he visto, sobre todo, en el área emocional. Poder reconocer mis emociones más desagradables, hablar de ellas, ofrecerme a vivir la vida, nutrirme de ella y buscar siempre alternativas de resistencia y resiliencia. Escribir estas líneas es, de hecho, una forma de conseguir esto.
Y tomo conciencia de que poder hacer este ejercicio de reconocer, hablar, ofrecerme, nutrirme y crear opciones está siendo mucho más eficaz en la medida en que voy haciéndolo con los demás. El otro día, precisamente, hablaba con una amiga de cómo tengo cierto miedo a que nos confinen de nuevo de forma seguida en casa (me da bastante miedo de hecho) y cómo en cualquier caso siento que tengo ya algunas herramientas en la recámara para llevarlo mejor (entre ellas el contacto con otras personas)
Creo que uno de los aprendizajes y retos que tenemos ahora es seguir buscando esa solidaridad, ese sentirnos dentro de un grupo, dentro de una red... para sentirnos fuertes. Sobre todo, ahora que puede llegar la emoción de la rabia más fuerte, hay cierto "sálvese quien pueda" y quizás tengamos la tentación de "no mirar a otras personas más vulnerables"...
Lo grupal, el conjunto, la solidaridad, las relaciones sociales afectivas, la comunidad… En lo personal y en el trabajo. En éste, es chocante y difícil, a veces, combinar y encontrar el equilibrio entre ese querer potenciar lo comunitario con cumplir ciertos modelos o protocolos que se nos van "colando" y nos llevan a hacer cada vez más trabajo "burocrático" (sin considerar que éste sea negativo o innecesario), a más entrevistas o encuentros individuales con las personas y nos "quitan" quizás tiempo del trabajo grupal o comunitario.
Es verdad que ahora la situación no está para hacer muchos grupos o encuentros. Y, siendo así, hay opciones que seguimos manteniendo y podemos mantener. Con medidas sanitarias rigurosas, con grupos más pequeños de lo habitual, al aire libre o haciendo uso de las plataformas digitales si no podemos salir de casa en un momento dado... Si se puede formar en psicomotricidad vivencial vía online, se pueden muchas otras cosas. (seguramente mucho más importantes y "urgentes")
Es necesario que la gente no se sienta sola, que pueda compartir sus emociones, hablar de ellas, ofrecerse y nutrirse en solidaridad, buscar alternativas en comunidad para aspectos prácticos, para resistir, para evitar la soledad ...
Bueno, yo había empezado hablando de "mis muertos" … y he acabado hablando de comunidad, de vida, de solidaridad...Me gusta terminar así...
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