6 FORMAS DE ACOMPAÑAR EN LA ESCUELA Y EN LO SOCIOEDUCATIVO DESDE ENFOQUES DE BIENESTAR Y SEGURIDAD AFECTIVA.

 

A  todas las profesionales que acompañamos procesos educativos con niños, niñas y adolescentes, ya sea en un entorno escolar o socioeducativo, nos gustaría poder hacerlo desde el respeto a su persona. Lo intentamos, buscando su motivación, protagonismo  y un aprendizaje significativo para una transformación interna y externa en positivo.  

Y, siendo así, a veces, nos sumamos inconscientemente a una rueda que sigue un programa marcado, un itinerario habitual sin pensar qué más o de qué otra manera podríamos hacerlo mejor.  

Hoy en día, gracias a los estudios e investigaciones en neurociencias y de los  modelos pedagógicos y psicológicos del desarrollo,  sabemos que en la medida en que una niña se siente segura afectivamente, aprende y se desarrolla mejor.  Por ello, en cualquier contexto educativo, generar seguridad va a ser el primer objetivo.

¿Cómo lograrlo? Teniendo en cuenta las aportaciones de diferentes enfoques, constatamos que hay una serie de elementos que ayudan: 

1- Crear ambientes donde primen emociones como la seguridad, la calma y la curiosidad.

Aprender desde el miedo, la rabia, el rechazo o incluso la alegría eufórica no funciona. Es la curiosidad la que invita a explorar, a investigar, a conocer ... Y es la calma la que permite estar en disposición para atender e incorporar de forma serena lo descubierto. Y la seguridad posibilita ponerlo al servicio de la práctica innovadora.

Y conseguir esto empieza por espacios físicos con características y elementos concretos. Por ejemplo, buena accesibilidad, protección frente a accidentes y lesiones, amplitud, luminosidad, buena temperatura, no exceso de ruidos, una decoración agradable, el equilibrio entre lo común y lo particular, la disposición de material de juego manipulativo y para la exploración, cierto orden y ciertas rutinas sin exceso de rigidez y prisas …

Sigue por crear dinámicas que permitan la exploración, el ensayo de habilidades, el alimento de creencias positivas sobre el "yo soy" además del "yo valgo"... Todo ello combinado  con la posibilidad de desconectar del exterior para conectar con una misma  en calma y, desde ahí,  conectar con el exterior de otra manera.  

Por supuesto, las personas que acompañamos a los niños debemos ser capaces de vivir todo esto en nosotras mismas, mantener una flexibilidad emocional, contagiar las emociones adaptativamente y ser modelos de gestión personal e interpersonal con las emociones.  Porque no se trata tanto o sólo de incluir elementos físicos o actividades específicas para la  alfabetización emocional, por ejemplo, sino ser figuras de referencia afectiva con capacidad de gestión emocional.

2- Favorecer experiencias de juego  espontáneo y procesos creadores.

Las teorías de la motivación nos dicen que fomentar la autonomía, la relación social, el ajuste percibido entre esfuerzo y logro, la autoestima sana y las  actividades de disfrute y placer ayudan a la motivación intrínseca para los aprendizajes y los procesos de cambio. 

El juego y el espacio para poder crear espontáneamente son altamente motivadores y realmente eficaces para aprender porque posibilitan los elementos anteriores, sin duda. 

Además, las personas tenemos la necesidad de expresarnos y  crear con nuestras manos, con nuestras voces, nuestros cuerpos… en procesos. Y es desde esa experiencia creadora desde donde elaboramos nuestro autoconcepto y el concepto del mundo.   Poder jugar con el movimiento, la música, el dibujo, la escultura, el teatro … va a posibilitar procesos de reaseguración emocional y  el aprendizaje.  

Habremos de contar con ambientes, dinámicas materiales (a veces " insospechados" ) para que las niñas  puedan crear. Y será interesante, sobre todo, que ese proceso creador vaya más allá de replicar un modelo ya existente o un programa de ejercicios. (que también ha de tener su cabida en otros momentos o de otra forma) Es la "indefinición inicial"  lo que hace salir muchas veces con más fuerza la creación desde la emoción. Y en este formato tendremos que acostumbrarnos a adoptar un papel de asistencia o de compañía simbólica no directiva.   

3- Estar en contacto con la naturaleza.

La naturaleza tiene una fuerza poderosa. Plantas, animales, aire, agua, sol...  Nos reconecta con nuestra esencia, con nuestro cuerpo, con las emociones más agradables … Y, por ello, sería necesario que esté presente en la educación. No sólo para conocer procesos biológicos que se dan en ella (que también), sino simplemente para estar en ella, disfrutar de ella y aprender en ella desde esa seguridad que aporta. 

Poder estar en mitad de la naturaleza ayuda a ello sin duda, pero siempre existe la posibilidad de traer ciertos pedacitos a nuestro entorno (un huerto, unas plantas; patio, actividades o comedor al aire libre, unas fotos de paisajes...) o hacer salidas y actividades a ella más allá de la salida trimestral del programa educativo que “toca”.

4- El grupo y la comunidad como lugar de pertenencia desde el autocuidado y cuidado mutuo.

Formar parte de un grupo fortalece el sentido de pertenencia y eso da seguridad. No vale formar parte de cualquier manera. Es necesario que se conjuguen tres dimensiones: 

  • Sentirse querida, reconocida, apoyada y cuidada por el grupo.
  • Querer, reconocer, apoyar y cuidar al grupo.
  • Poder autocuidarse dentro del grupo.

Las niñas necesitan entrenar habilidades sociales para ello, sin duda. La escucha, la empatía, la asertividad, el reconocimiento, el agradecimiento y el perdón (propio y a otros) son la antesala para poder desarrollar competencias de cooperación, por ejemplo. No se trata de decirles sin más : "trabajad en grupo" o distribuir roles  si no se ensayan y trabajan habilidades para ello con nuestra ayuda. Y recordemos que somos modelos. Muchas veces la cooperación, el contraste o el trabajo en equipo está bastante "tocado" en algunos claustros o grupos de trabajo de personas adultas.  

Trabajar en grupo o de forma cooperativa en una clase o en un programa socioeducativo está bien. Y siendo así poder “conectar” a la infancia con su comunidad, que se reconozcan mutuamente sus necesidades y oportunidades  y se favorezca su participación es  sin duda, el “objetivo”.  Y para ello, tendremos que generar dinámicas que lo propicien. 

Y, en este sentido, es importante no “limitar” nuestra tarea educativa a nuestro “txoko” o  “ámbito” sino abrirnos a la dimensión de la comunidad, del barrio, del pueblo... Así, podremos buscar hacer un buen trabajo en red, generar redes afectivas de apoyo mutuo y construir comunidades respetuosas y participativas con la infancia, por ejemplo. A la vez, la infancia y adolescencia irá adquiriendo  conciencia  y pensamiento crítico social.  

Para ello hay que “estar y colaborar eficazmente” escuela- familia- recursos de ocio y deporte, servicios sociales y sanitarios, administración política… Y ahí tenemos "trabajo". Recordando que no podemos “guisar” para la infancia sin contar con su voz. 

5- Conectar el aprendizaje abstracto con la realidad concreta desde la autonomía y el protagonismo.  

Se trata de ser faro que guíe su camino autónomo y ser puerto para recibirles después de su travesía. Sentir que eres escuchado y que puedes participar de la dinámica y de ciertas decisiones de tu día a día genera seguridad. Además, favorece el aprendizaje desde la voluntad, desde la asunción de consecuencias naturales y desde la reflexión de los errores para buscar alternativas. Una de las cosas que constatamos  es el temor que tienen muchas menores de edad a equivocarse, el miedo a “atraverse” a … dentro de un modelo educativo y social que aún censura con boli rojo o con un exceso de malas calificaciones los fallos.

Así que tendremos que generar contextos que posibiliten esa autonomía, esa participación en la vida y organización  de la escuela o entidad, en el diseño, ejecución y evaluación de los programas y profesionales...Además, impulsar proyectos de participación en la comunidad como mencionábamos en el punto anterior.   

6- Competencias "segurizantes" de las personas adultas. 

Para poder potenciar estos cinco puntos anteriores, las personas que acompañamos a niños y niñas hemos de poder contar con una serie de competencias facilitadoras y ser “portadores de oxitocina”.  Esto supone trabajar en afectividad consciente, gestión emocional intra e interpersonal, disciplina positiva, comunicación no violenta, mirada profunda a la infancia, autocuidado y gestión del estrés, trabajo en equipo, perspectiva comunitaria de la educación …

 ¡Hay una buena noticia! En la medida en que nos posibiliten organizacionalmente y nos animemos personalmente a afianzar estos enfoques y competencias ganaremos salud emocional, nos conoceremos mejor, tendremos una autoestima más sana y será más fácil la tarea educativa porque las niñas tendrán mayor disposición a la relación, al aprendizaje, al cambio,  a la resolución no violenta de conflictos, a la autonomía ... Así que, egoístamente, también merece la pena al mundo adulto.  

La formación y el entrenamiento en estas materias debería formar parte de nuestro aprendizaje continuo. Desde Bidegintza colaboramos en diferentes iniciativas para ello. Por ejemplo, el programa Tratu-on junto con la Fundación EDE. Podéis echar un vistazo en: 

TRATU-ON | Bidegintza


Begoña Ruiz. Psicóloga, educadora y psicomotricista. Especializada en Entornos Seguros para la Infancia e Inteligencia Emocional VEC. 

 



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