PAUTAS PARA AYUDAR A LA SALUD MENTAL DE LOS/AS ADOLESCENTES

La salud  emocional  se está revelando últimamente como uno de los problemas de nuestra sociedad. Y no sólo la adulta, sino también la de niños, niñas  y adolescentes. Es necesario poder acompañarles para que aprendan a cçomo gestionar sus emociones y prevenir dificultades en la salud mental. 

Pautas a tener en cuenta para la prevención.

Desde el Área de Salud Mental del Hospital Sant Joan de Deu (5) han creado un decálogo para ayudarnos a comprender y acompañar la S.M.  de la adolescencia. Estas ideas podemos trasladarlas (con su ajuste necesario) a otras edades

  1. Comprender que el cerebro está cambiando. 
  2. Modelar familia y entorno: los circuitos cerebrales se moldean con las experiencias de vida, la educación, la estimulación y el apoyo ambiental.
  3. Asumir el reto: aprovechar que es una época única, de múltiples cambios donde se generará la oportunidad de aprender las habilidades necesarias para afrontar la vida adulta. 
  4. Promover una vida sana: mantener un buen estado nutricional, estilo de vida saludable, practicar deporte físico regular, y una buena calidad y cantidad de sueño.
  5. Gestionar las TIC: predicar con el ejemplo. No prohibir pero sí limitar. Formarles y ayudarles a adquirir las competencias sociales adecuadas. 
  6. Comunicar con calidad:  tener un estilo basado en la escucha activa, la disponibilidad, la flexibilidad, la empatía y aceptación y, por último, la asertividad y autorregulación serán claves en el desarrollo socioemocional.
  7. Negociar: una gestión de conflictos basada en la resolución positiva será lo más beneficioso para la promoción de la salud mental y el establecimiento de unas relaciones entre padres e hijos más saludables.
  8. Pedir ayuda: la aparición de síntomas con intensidad y duración considerable, la disminución del rendimiento, un cambio marcado en la conducta, serán indicadores de solicitar consulta a un especialista. 
  9. Acompañar: en los aciertos y en los errores. En la gestión de las dificultades y del trastorno cuando aparece. 
  10. Hacer red: padres, madres, centros académicos y especialistas, comunicarnos, caminar juntos en el diálogo.

 


Además, como plantea el terapeuta clínico Roberto Aguado,(6) la rigidez emocional puede relacionarse con problemas de S.M.  Es necesario enseñar a los niños y adolescentes a tener una buena flexibilidad emocional y para ello, las personas adultas tendremos que ser ejemplo.  

 ¿Cómo detecto si hay una dificultad de S.M.?

A veces, notamos algo “raro” pero no sabemos si es algo esporádico por alguna cuestión puntual, si es propio de un cambio en la edad o si realmente les “pasa algo a nivel emocional”

En general, podemos ponernos en alerta si notamos cambios en el comportamiento de una forma notable y duraderos en áreas como:

  • Sueño: Insomnio, aletargamiento excesivo...
  • Movimiento: Agitación motriz, tics, inhibición motriz...
  • Alimentación: No comer, delgadez extrema, pérdida súbita de peso, comer en exceso o compulsivamente, obesidad, diarreas, estreñimiento intenso, vómitos…
  • Relaciones: Aislamiento social, falta de habla, comportamiento exhibitorio, verborrea excesiva…
  • Agresividad: Peleas, agresiones a personas, cosas, entorno… Autolesiones.
  • Estado de ánimo: irritabilidad, desgana notable, ideas suicidas, ansiedad…
  • Rendimiento escolar: bajada súbita de notas, imposibilidad de concentrarse, absentismo escolar…
  • Otros: dolores muy repetidos (cabeza, espalda, tripa…) abusos (substancias, tecnología…)

No se trata de que si una chica vomita un día, pensemos automáticamente que tiene algún trastorno psicológico. Pero si dura mucho en el tiempo, no tiene explicación fisiológica, es intenso y, sobre todo, se acompaña de otras señales … podría ser significativo.

¿Cómo abordarlo con ellos/as?

Si tenemos la sospecha de un posible malestar emocional, necesitaremos poder abordarlo.

En el caso de la familia, hay algunas ideas que nos podrían ayudar:  

1- Crearnos cierta “calma”.  

Esto es complicado. Y, siendo complicado, es necesario. Los hijos pueden entender nuestra preocupación o cierto “desasosiego” pero no les ayuda un desbordamiento emocional, que hagamos juicios de valor de su estado emocional o que busquemos “culpables” a toda costa sin más dirigiendo la culpa a nosotras mismas, a ellos, a sus amigos, profesores o demás (aunque es una primera  reacción muy humana) 

2-    Honestidad emocional.

Podemos, debemos ser honestas con nuestros hijos contándoles que hay algo que nos preocupa. No de su persona. Se trata de nuestra sensación de que puedan estar viviendo un malestar relacionado con comportamientos o señales  que hemos percibido.

Quizás ellos no perciban que tienen un problema, no quieran reconocerlo, o se cierren en banda al principio. (muy frecuente por ejemplo en la adolescencia) No hay que forzar en ese caso. Ya iremos teniendo conversaciones al respecto.

3- Mostrar disponibilidad.

En cualquier caso, es importante que sientan nuestra disponibilidad emocional para estar, ayudar y acompañar. A veces, incluso se puede verbalizar “No sé exactamente qué te pasa, si te pasa algo, si te sientes mal … No sé cómo ayudarte o qué decirte…Y, siendo así, quiero que sepas que estoy disponible para escucharte y ayudarte a que te sientas mejor. Quizás en algún momento, quieras que hablemos” Y quizás nos puedan decir que lo que quieren es que les hagamos su plato favorito para cenar y se lo podremos hacer.

Y estaremos atentas a cuando quieran expresarse. A veces, mientras comen el plato preferido que les hemos preparado o cuando estamos a punto de meternos a la cama. Hay que estar disponibles en ese momento. Sin hacer interrogatorios, sin juicios de valor, sin soltar sentencias o dar rápidamente nuestras soluciones.

Estar disponible pasa por seguir conjugando esa mezcla de afecto y disciplina tan necesaria (siempre y también cuando hay alguna dificultad) En un buen equilibrio y con una buena comunicación no violenta adaptada a la situación.

4-    Consultar en otros contextos.  

Consultar en el colegio, en el centro deportivo o de ocio y tiempo libre cómo ven a nuestro hijo a nivel emocional puede ayudar. En todo caso, sería importante “avisar” a éste de nuestra intención para que no sienta que “ocultamos algo”. Haciéndole ver que no es una cuestión de “control”, sino de cuidado.

5-    ¿“Convencerle” de ir a una ayuda profesional?

No podemos obligar a nuestra hija a hacer una terapia. Sí podemos tener algunos procesos de reflexión que le ayuden a verla como una alternativa. A veces, es interesante consultar nosotros con un especialista para que nos ayude en cómo plantearlo.  De todas formas, parece que tiene sentido

  • Enfocar la terapia como algo que ayuda a mejorar habilidades o sentirse mejor y no como una “cura a una enfermedad o problema”.
  •  “Incluirse” la familia como parte del proceso de terapia en el que todos/as vamos a adquirir herramientas. 
  •  En qué le gustaría a ella que le ayudara en el caso hipotético de ir  (quizás a priori no sea lo mismo que nosotros tengamos en la cabeza, no pasa nada)
  • Poner énfasis en la opción de terapia en los momentos en que la chica sea más consciente de que está pasándolo mal o se siente limitada para alg
  • Buscar un terapeuta que se adapte a la chica, a su estilo y pueda crear cierto “feeling”.  Se puede dejar que sea partícipe en la decisión de qué persona o que modelo de terapia elegir de alguna forma.
  • Recordar (aunque lo hará el terapeuta) que la relación es confidencial (si el terapeuta considera que hay que informar de algo o compartir en familia, lo trabajará con la niña)     

5- Todo lleva su tiempo. 

Todo esto no es algo que se pueda hacer deprisa y corriendo. Lleva su tiempo … y ocuparnos de la salud mental familiar requiere un fuego lento, una comida preparada lenta y no sirve pensar en “Fast food” o “Fast Life”

Bego Ruiz, Psicóloga, Educadora y Referente de Protección a la Infancia en el programa Tratu-on.  

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