COMO NEGOCIAR CON TU HIJO/A
ADOLESCENTE
Casi sin darte cuenta, descubres
que tu hijo/a está cambiando. Y no sólo en el físico. Sus gustos, sus intereses
también. Y aparece una especie de “obsesión” por el cuerpo, el teléfono móvil,
las redes sociales, la “cuadrilla” de iguales… Padres y madres parecemos quedar
en un segundo plano, sus reacciones emocionales son “extrañas” (como poco) y
las fórmulas que usábamos para comunicarnos y mantener cierta disciplina parece
que ya no funcionan. Y es que cambian ellos/as y ha de cambiar también un poco
la manera de acompañarles.
Queremos seguir creando un
ambiente de afecto y disciplina, que les proteja y a la vez estimule su
autonomía. Y la NEGOCIACIÓN aparece como una opción. A veces, parecemos estar
en una cumbre del G-8 negociando el devenir del mundo o en un bazar practicando
el tradicional “regateo” de precios.
Pero ¿es bueno negociar con los y
las adolescentes? ¿Hay que negociar todo? ¿Hasta dónde? ¿Cómo hacerlo?
¿LA
NEGOCIACIÓN ES UNA OPCIÓN?
La “negociación” o mejor dicho “el
llegar a acuerdos” es una alternativa. Con ella, seguimos ejerciendo cierta
supervisión de la disciplina que aún necesitan y se les reconoce su
capacidad de tomar algunas decisiones en su vida.
Llegar a acuerdos es una habilidad
necesaria para la vida y han de entrenarla. Así, ensayarán competencias
como la escucha, la empatía, la asertividad emocional, la toma de decisiones
reflexiva…
¿HAY
QUE NEGOCIAR TODO?
En la gestión de la autoridad,
hay cosas:
1-
Que son “líneas rojas” y a priori no serán
algo a “negociar”.
Sobre todo, cuando está en juego
su seguridad física o el respeto mutuo. Por ejemplo, no negociaremos cuánto o
cuándo nos pueden insultar, no dejaremos que se suban al coche sin ponerse el
cinturón o que utilicen nuestra tarjeta de crédito para lo que quieran. Y así podemos explicitarlo: “Entiendo que
estés enfadada y eso es posible. Lo que no es posible es insultarme. El insulto
es una línea roja. Me gustaría que pudieras buscar otra forma de tratar esto.”
2-
En las que ellos/as pueden tomar sus propias
decisiones.
Según su edad, su experiencia y
su proceder, necesitan decidir y probar a hacer ciertas cosas ya “a su
manera”. Si se equivocan, podrán aprender de sus errores.
Tendremos que ver en qué cosas les
dejamos “vía libre”. Por ejemplo, pueden decidir cómo gestionar el
mantenimiento de su ropa a cierta edad. Si no sacan la ropa sucia y mojada de
deporte de la bolsa, comprobarán que cuando vayan a ponérsela el próximo día
estará sucia y maloliente. Si se lo hacemos nosotros/as cuando ya pueden
hacerlo, no aprenderán ni ganarán autonomía.
3-
Que pueden ser negociables.
Esto sucederá cuando pensemos que
ya tienen ciertos recursos para responsabilizarse y tomar decisiones,
siendo necesario aún definir unos límites y hacer una supervisión. Habrá
cosas que quieran hacer a su manera. Y
algo de ello podrá ser viable y otra parte quizás no (en forma, tiempo,
cantidad, lugar…) y lo hablaremos. Por ejemplo: “Entiendo que quieras ir al
entrenamiento sin que yo te acompañe. Es necesario tener cuidado en el metro y
llegar a la hora. ¿Cómo podrías asegurar esto?
¿Tú qué propones?”
Cada familia podrá marcar sus
líneas rojas, lo que puede dejar hacer más libremente o qué negociar.
Considerando la edad, el carácter, la situación, el entorno, las experiencias
previas de responsabilidad ….
Y hay que tener en cuenta que
negociar con los/as hijos/as es también una habilidad parentomarental. Y, como
toda habilidad, hay que aprenderla, ensayarla, evaluarla e ir mejorándola.
Todas las personas (incluidas las
adultas) nos movemos entre deseos (gustos) y “responsabilidades”. A veces, coinciden y otras no tanto. Si
desajustamos mucho el equilibrio entre ambas cosas, podemos sentirnos mal,
tener problemas o no adaptarnos a la realidad de una manera flexible. En el día
a día con nuestros/as hijos/as tenemos que contemplar estas dos variables.
Habrá que tratar de que, en la medida de lo posible, puedan satisfacer ciertos
deseos asumiendo retos de autonomía y cumpliendo unos parámetros
de seguridad personal y convivencia respetuosa. Para un cerebro adolescente
esto puede ser un poco más complicado (está al servicio de la obtención rápida
de disfrute) Por ello, es factible que
las negociaciones sean costosas en tiempo
y esfuerzo.
En algún momento incluso pueden
llegar a desafiarnos mucho y hemos de recordarles nuestra función de dar
seguridad. Siempre de manera serena y asertiva. “Sé que quieres hacer muchas
cosas por tu cuenta. Me parece bien que quieras poder tomar tus decisiones y
probar cosas. Y siendo así, aún soy responsable de que lo hagas de una forma
segura, con unos límites en algunos casos Vamos a hablar de ello.”
¿Qué nos puede ayudar en los
procesos de negociación para no “desgastarnos” tanto y para que realmente
suponga una oportunidad de aprendizaje para ellos/as? Veamos algunas ideas.
¿CÓMO
LLEGAR A ACUERDOS EFICAZMENTE?
Hay algunas cuestiones que pueden
ayudarnos y otras que no tanto. Veamos.
ANTES DE LA NEGOCIACIÓN
1-
Estar con cierta calma.
No empezar una negociación si
estamos con RABIA u otra emoción subida de tono como el miedo o el
rechazo. Nos iremos a la rigidez, a “luchas de poder”, a hacer chantajes
emocionales, juicios de valor, descalificaciones …
Si nos salta la rabia, será más
fácil que a nuestro/a hijo/a también se le salte. Y si él/ella está en rabia,
podremos contagiarnos fácilmente y tendremos que hacer un esfuerzo para
calmarnos.
Es mejor hacer un tiempo fuera,
calmarse y luego hablar.
2-
Estar a lo que se está y con tiempo.
No podemos negociar bien si
estamos haciendo otra cosa a la vez. Sobre todo, si hay pantallas de por
medio. Porque no nos escucharemos de verdad.
Tampoco si tenemos prisa. Llegar
a acuerdos requiere su tiempo y eso es algo a lo que no estamos acostumbrados/as
en esta sociedad de la “inmediatez”.
A veces, “meten prisa” como una
estrategia para no “dejarnos pensar” y será necesario “poner freno”. Quizás
sean las 21:00 hs y nuestra hija nos pida quedarse a dormir en casa de una
amiga esa misma noche y quiera negociarlo ya.
Parar, valorar lo que haya que valorar con tiempo y encaminar a poder
negociar algo así para el día siguiente saldrá mejor. Además, una negociación
de un tema puede implicar varias etapas en diferentes momentos y requiere
tiempo.
4-
En coherencia con otras personas implicadas
en el cuidado.
No abordar una negociación o
decidir sin consultar con el otro padre o madre o personas implicadas en
la crianza. Ya seamos pareja o expareja, hay que tratar de consensuar si
algo es negociable y qué acuerdo se puede tomar. “Voy a consultarlo con tu
madre y hablamos”
5-
Con cierta “intimidad o privacidad”
En general, es mejor no hacer
una negociación delante de otras personas como hermanos/as, amigas,
abuelos, vecinas etc si van a interferir o “torpedear”. Mejor en un
lugar tranquilo, ameno y con cierta “intimidad”. Si practicamos “reuniones
familiares” (disciplina positiva) podemos aprovechar ese momento.
6-
Tener claro el objetivo y algunos
límites.
Se trata de tener claro de
antemano qué límites no se podrán pasar en ningún caso. Recordar que no
es una “pelea” a ver quién gana, sino que ambas partes hemos de ganar
educativamente. Y saber qué mensaje, valor, enseñanza, pauta … queremos darle a nuestro/a hijo/a al
invitarle a reflexionar, tomar decisiones y decirle SÍ o NO a las propuestas
que surjan.
Sobre esto, hay que decir que una
negociación no siempre es para evitar que hagan algo o les pase algo malo.
Muchas veces, también es para “estimular su autonomía” en algunos
aspectos.
DURANTE LA NEGOCIACIÓN.
Podemos seguir unos pasos:
1-
Conectar con los deseos, necesidades y
emociones de nuestro/a hijo/a.
Es necesario escuchar y empatizar
con sus deseos, necesidades, emociones y creencias y hacérselo ver. Por
ejemplo:
“Entiendo que tú tienes tu idea
de orden y limpieza para tu cuerpo y para tus cosas. Y me parece bien. Entiendo
que da cierta pereza ordenar y limpiar”
“Entiendo que para ti es
importante comprar esas deportivas que
también llevan tus amigas. Te gustan mucho y te sentirías contenta al tenerlas”
“Veo que tienes ganas de
salir, divertirte y llegar más tarde de la 01:00 h de la mañana. Te enfada no
estar más tiempo”
2-
Mostrar nuestras necesidades, deseos,
emociones y creencias.
Sin chantajes emocionales,
abordando las cosas con cierta serenidad y objetividad y sin soltar
“sentencias” o “juicios de valor”. Por ejemplo:
“Y siendo así, hay ropa sucia
por el suelo de la casa y me siento mal con ello. Me gustaría que la casa
estuviera limpia y recogida. Cuidamos entre todos la casa para que huela bien y
esté ordenada”
“Las deportivas cuestan 60 euros. Para mí,
es mucho dinero dentro del presupuesto habitual para la ropa. Hay otras
zapatillas también chulas que cuestan menos. Me crea dudas el gastar ese dinero
en esas deportivas”
“La 01:00 h de la mañana me
parece una hora prudente para llegar y a partir de esa hora me parece que la
calle es más insegura y me preocupa”
3-
Abrir puertas a cierta negociación.
Siempre teniendo en la cabeza qué
límites tendremos y qué aprendizaje queremos dar, podemos coger varias vías.
a)
Una opción sería darles ya algunas alternativas
“cerradas” de nuestra cosecha para que elijan. Esta opción es útil a veces
para cuestiones prácticas del día a día.
“Veo que estás ahora
entretenido con la tele. Parece divertida la serie. Y es necesario que recojas
la ropa del suelo y la lleves a la lavadora. ¿Cuándo prefieres hacerlo: antes
de cenar o después de cenar?”
b)
Otra opción sería, plantearles qué se les
ocurre a ellos/as y que piensen en alternativas. Esta opción sería interesante para
ayudarles a hacer un proceso reflexivo y permite un mayor nivel de aprendizaje.
“Sabiendo esto, ¿tú qué propones con este
deseo que tienes de las deportivas?
4-
Ir reflexionando sobre propuestas e
ideas.
Podremos ir analizando las propuestas
que van saliendo, sus partes positivas y negativas, lo que podría ser y lo
que no. Viendo qué consecuencias positivas y negativas tendría cada una… Por
ejemplo, en el caso de las zapatillas, pueden salir opciones como comprar otras
deportivas más baratas, ahorrar para poner de “su bolsillo” la diferencia
frente a otras zapatillas de precio más económico, esperar a rebajas, buscar
dónde pueden estar más baratas, “pasar” de la presión de grupo… Y de cada una
de ellas, se analizarán los pros, contras, qué implican…
Hay que escuchar bastante, sin
interrumpirse, empatizando con sus propuestas e invitando a hacer cierta
reflexión. Es interesante que sean ellos/as los/as que den opciones y piensen,
pudiendo nosotros/as en algún momento plantear algunas.
Cuando se vaya analizando cada
propuesta y llegando a una más cercana al acuerdo, es interesante tener en
cuenta algunas cosas:
§
Tratar de que primero vaya la responsabilidad
y luego el deseo. (en general)
Por ejemplo, en el caso de las
deportivas, primero podrían ahorrar dinero de su paga y luego se comprarían las
zapatillas. Y no al revés.
Otro ejemplo, primero, hacer la
cama, desayunar y preparar la mochila del cole y después jugar 5 minutos al
móvil antes de irse a clase.
En algunos casos, la responsabilidad
se ha de dar en el momento del deseo o después de éste y habrá que anticipar
qué ocurrirá si se cumple o no se cumple con la responsabilidad. Por ejemplo,
llegar a la hora marcada a casa.
§
Tratar de formular en positivo y evitar los
dobles No.
Por ejemplo, si nos piden comprar
las deportivas, en lugar de decir: “Mira, hasta que no ahorres, no te las
compro”, podemos decir “Vale, te compraré las deportivas después de que
ahorres paga”
§
Tratar de ir concretando lo más posible.
Por ejemplo, cuánto tiempo de
ahorro, cuánto dinero ahorrará cada semana, dónde va a ir dejando el dinero que
ahorre, de todas las deportivas que ha visto qué modelo en concreto …
§
Hablar de las consecuencias de cumplirlo o no
cumplirlo.
Se trata de anticipar las
consecuencias positivas de cumplir con lo acordado. Si cumplen con la
responsabilidad primero, podrán tener su deseo, parte del deseo u otro deseo al
que se haya llegado en la negociación.
Como decíamos, también podemos
anticipar y negociar algún tipo de consecuencia positiva o negativa en caso de que la responsabilidad
venga después o a la vez que el deseo. Por ejemplo, ¿qué ocurrirá si llegas
a la hora? ¿qué pasará si llegas más tarde de la 01.30 h acordada?
¡Ojo! Si queremos anticipar y
poner consecuencias negativas no han de ser castigos. Tienen que estar
relacionadas con el tema de forma natural o lógica, han de anticiparse antes,
ser respetuosas y proporcionales e
implicar un aprendizaje
§ Evitar
expresiones que cierran la comunicación.
Por ejemplo, evitar: “es que
eres una egoísta”, “es que nunca madurarás”, “es que no valoras el esfuerzo que
hacemos para tener dinero” …
Estas frases van en contra de la
aceptación incondicional, cierran la comunicación y, generalmente, vienen
motivadas por un arranque de enfado que no es constructivo.
§
Cambiar el “pero” por el “y”.
Ejemplo: cambiar “Eso que tú
propones es una idea PERO al final nos gastamos el mismo dinero” por esta otra
frase “Eso que tú propones es una idea Y al final nos gastamos el mismo
dinero”
§ Hacer
un “descanso” si estamos enfadándonos o la cosa está muy bloqueada.
Podemos decir: “Me encuentro
muy bloqueada ahora, cariño. Te propongo que voy a ir pensando lo que me has
dicho y después de cenar hablamos otra vez” (eso sí, hay que cumplirlo y
hablarlo luego)
§ Tener
cierta flexibilidad en la negociación.
Por ejemplo, llegar a las
20:30 o 20:45 tampoco es mucha diferencia y podemos tener cierto margen en la
negociación. No es cuestión de “regatear por regatear”.
5-
Llegar a una alternativa final sobre la
que hay que decidir si estar de acuerdo o no.
Habrá un momento en el que
consideremos que hay cierta propuesta final que parece estar más cercana
a ambas partes o es la que podríamos “admitir” desde la parte adulta que
supervisa.
Esta propuesta tendrá que cumplir
unas características: estar hablada, ser concreta, objetiva
e incluso verificable de alguna manera, no traspasar los límites de
seguridad personal o convivencia respetuosa, incluir consecuencias positivas
si se cumple lo acordado (o negativas si no se cumple si lo vemos
necesario) y tiene que conjugar deseo-responsabilidad. Y hay que verbalizarla
a modo de resumen.
Entonces, llegará el momento de
que nuestro/a hijo/a podrá decidir si la acepta o no. Y “la piedra tiene
que caer en su tejado”.
Es posible que quiera renegociar,
se queje, no acabe de estar conforme, esté enfadado/a, se sienta frustrado/a,
quiera manipular para conseguir más… En ese momento, nuestra calma y
paciencia deben primar y evitar nuevas renegociaciones o manipulaciones.
Es posible hacer una ESPERA
y dejar a nuestro/a hijo/a que se lo piense. Y hay que dejarle un tiempo sin
tratar de convencerle más, sin hacer chantajes, sin hacer juicios de valor, sin
contar “batallitas” que nos apoyen … “Tú decides, piénsalo” “Como tú veas”
A veces, les cuesta porque tienen que valorar cómo moverse en ese equilibrio
entre lograr algo que desean con cumplir con cierta responsabilidad.
Hemos de ayudarles también a
gestionar esa parte de emoción desagradable que les pueda quedar. Crecer, al
igual que negociar, supone ganar algunas cosas y perder otras.
Al llegar a un acuerdo final,
podemos expresar nuestra gratitud por haber podido hablar. Y, también,
manifestar nuestra CONFIANZA en sus capacidades para cumplirlo. “Gracias
por este rato que hemos podido hablar. Confío en que irás con tus amigos al
entrenamiento, seguiréis siempre el mismo camino y tendréis cuidado cuando
estéis cerca de los andenes del metro”
DESPUÉS DE LA NEGOCIACIÓN
Será el momento de cumplir con lo
acordado. Esto, a veces, no es fácil. Por una parte, aun habiendo dicho que sí
a algo en la negociación, padres y madres podemos no estar “convencidas”
del todo porque se nos activan miedos, preocupaciones, incomodidades, dudas,
frustración por no haber conseguido más responsabilidad por su parte … Y, sin
querer, podemos “torpedear” o “malmeter” en lo acordado y eso no sería justo.
Por otra parte, nuestros/as
hijos/as también han podido llegar a un acuerdo con cierta frustración y
“refunfuñan”. No pasa nada. Pueden refunfuñar mientras no falten al respeto
y mientras se pongan “manos a la obra” para cumplir con lo acordado.
Y es posible que no cumplan con
algo de lo acordado. ¿Qué hacer entonces?
§
Ayudarles a mantener las consecuencias que se
deriven.
Para ello, no hace falta
decírselas gritando y “metiendo el dedo” en la llaga. Podemos preguntar: “¿y
ahora que pasa?”
Pueden tratar de manipularnos,
echar “balones fuera”, inventar mil excusas o decir que les estamos castigando.
Entonces podemos recurrir a: “Tú decidiste llegar a este acuerdo de poder
salir sólo si tenías todos los apuntes de clase pasados para esta hora. Fue
tu decisión y has de cumplir el acuerdo”
“Tú decidiste que ibas a
llegar a las 01:30 h a casa y si no era así, al día siguiente tendrías que
salir una hora más tarde”
§
Ayudarles a mirar de cara al futuro.
Lo que si podemos hacer es
plantear qué cosas podrán hacer diferente otro día para poder cumplirlo y poder
tener esa parte de deseo que quieren.
¿Y si no hemos llegado a
ningún acuerdo?
Quizás no lleguemos a ningún
acuerdo. Si no es así, se puede agradecer el esfuerzo de haberlo intentado y
tratar de llegar a algún compromiso por ambas partes de forma respetuosa. “Me
comprometo a tener en cuenta algunas cosas que son importantes para ti sobre
las compras. Me gustaría que pudieras pensar en lo que hemos hablado sobre cómo
organizarse con el dinero” Y siempre se puede proponer darse un tiempo para
tratar de llegar a un nuevo acuerdo.Aquí, mantenerse con cierta serenidad y
asertividad será importante.
En cualquier caso, como decíamos
al principio llegar a acuerdos no es nada fácil. Es una habilidad que hemos de
entrenar. Tanto los/as niños, niñas y adolescentes como las personas adultas.
Es un buen RETO sobre el que podemos trabajar ¿Estás de acuerdo en ello?
Bego Ruiz, Psicóloga, Educadora y Referente de Protección a la Infancia y Adolescencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Quieres hacer algún comentario?